Ni tontos ni vagos: qué es el TDAH y por qué es importante tratarlo pronto- LA VANGUARDIA
ARTÍCULO DE LA VANGUARDIA (16/10/22)
Pueden pasar por tontos, vagos, desmotivados y despistados. También por maleducados, inquietos o agresivos. Los de perfil predominantemente distraído suelen mostrarse pasivos, les cuesta prestar atención, cumplir con plazos y no aprenden al mismo ritmo que el resto de sus compañeros. Los del tipo hiperactivo-impulsivo tienden a interrumpir conversaciones, les cuesta esperar a su turno y permanecer quietos. Aunque el trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH) afecta a al menos un niño en cada aula y puede reducir la esperanza de vida, suele pasar inadvertido. ¿Qué es el TDAH y por qué es importante tratarlo?
Para Alex Levisage (22) vivir con TDAH es como correr una maratón interminable. “Es como querer terminar una carrera llena de distracciones donde además tienes este susurro constante en la cabeza. Nunca dejas de correr porque nunca se te acaba la energía. Pero tampoco llegas nunca a la meta”, explica. Por mucho que intente concentrarse en el recorrido no puede evitar distraerse con las personas que aplauden desde los costados, con los edificios que aparecen mientras avanza, con el perro que se cruza y con las voces dentro suyo que le lanzan datos aleatorios sin respiro. “Nuestra mente es un poco caótica. En el trabajo damos la impresión de no cumplir con las tareas y de ser desordenados”, añade Mar Fernández García (30). “Si no tenemos una rutina vamos por la vida vagando como zombis. No hacemos ni una cosa ni la otra. Nunca terminamos nada”.
La psicóloga social Roya Kravetz, que lleva más de 20 años trabajando con personas con TDAH, indica que estos problemas en las funciones ejecutivas del cerebro “no les permite empezar y terminar un trabajo, tener una noción del paso del tiempo, controlar las emociones. Se aburren y frustran muy rápido. Además, reciben mucho estímulo. Están siempre con veinte cosas en la cabeza. Es como estar viviendo con el ruido de una interferencia constante. El TDAH puede paralizarte la vida”. En su opinión, la falta de conocimiento general hace “que las personas con TDAH pasen por vagos. Les dicen que son estúpidos, que no saben nada, que les falta voluntad. Ellos mismos se ven así y tienen poca autoestima, lo que es muy peligroso”.
La directora de Fundación Adana Beatriz Mena Pujol explica que el TDAH es un trastorno neurobiológico caracterizado por tres síntomas clave: el déficit de atención, la hiperactividad motora y/o vocal y la impulsividad. Se trata de un trastorno que afecta al sistema ejecutivo del cerebro, es decir, que hay “un enlentecimiento de las funciones encargadas de plantearnos un objetivo y cumplirlo, de regular la motivación y sostener la atención, de poder llevar a cabo acciones de forma planificada y organizada, recogiendo la información que tengo de mi pasado para poder actuar de la mejor manera”.
Durante su paso por la ESO, a Alex Levisage le llamaron tonto más de una vez. “Muchos profesores me decían que era un inútil y que no me dedicara a estudiar. Yo me esforzaba mucho, leía en casa para intentar trabajar en mi dislexia, pero ese era el feedback que recibía”, recuerda. Esto se repite en la mayoría de los niños que reciben tratamiento en Fundación Adana. “Cuando les preguntas por qué están aquí, te responden que es porque son tontos. En quienes predominan los síntomas de inatención, pasan por poco capaces cognitivamente. No demuestran todo lo que saben”, indica Beatriz Mena Pujol.
Cuando predomina la hiperactividad, “de entrada parece un niño maleducado, descontrolado, que podría comportarse bien pero no quiere cumplir las normas. Son agotadores. Cuesta que incorporen hábitos diarios de higiene y rutinas. Es más evidente, porque se mueven más a menudo. Son niños invasores del espacio del otro, les cuesta respetar los turnos e interrumpen. Suelen ser impulsivos, lo que hace que a veces puedan ponerse en situaciones de riesgo”, explica la experta.
Mar Fernández García es profesora de inglés. Ella recibió su diagnóstico justo antes de cumplir los 29 años. “Durante mi infancia, enmascaraba mis síntomas para entrar dentro de ese patrón establecido de cómo hay que comportarse”, recuerda. “A veces necesitaba moverme y para canalizar esa sensación de agobio terminaba moviendo el dedo o la pierna muchísimo. En seguida me decían: ‘Qué niña más inquieta’”, dice.
Ella descubrió que había algo más detrás de esa etiqueta de ‘inquieta’ en una asignatura del Máster en Formación de Profesorado. Tenía que preparar un dossier de actividades para trabajar la inclusión de niños con algún trastorno dentro del aula y ella decidió enfocarse en niñas con TDAH. “Todos los síntomas me resonaban. Me dije: ‘Esta soy yo’”, dice. Lo que más le llamó la atención “fue lo de hablar mucho, interrumpir, acabar las frases del otro. También lo de las rutinas caóticas, saber que por mucho que apuntes algo en la agenda lo vas a olvidar porque no te acordarás de mirarla”.
Beatriz Mena Pujol indica que “en general, la salud mental en mujeres y niñas, siempre está un poco más abandonada. En el caso del TDAH ocurre que las niñas normalmente no presentan este patrón de conducta tan hiperactivo e impulsivo que molesta o que llama la atención del adulto y no piden ayuda profesional de forma temprana. Esto puede derivar en un sobreesfuerzo y una poca comprensión por parte del entorno, que lleve a trastornos del tipo afectivo, como ansiedades o depresiones”.
“Muchos se alejaron de mí porque me decían que vivía la vida en ‘modo difícil’”, dice Levisage y agrega: “Yo siempre siento que soy muy pesado. Podemos estar en una conversación y hablar mucho, sin darle lugar a la otra persona. Entiendo que abruma a mucha gente y es algo que me da mucha inseguridad”.
“La persona con TDAH no tiene paciencia, interrumpe, se salta en la cola. Esto hace que muchos no quieran estar con ellos”, dice la psicóloga Roya Kravetz y coincide que “no recibir un diagnóstico puede derivar en depresión y ansiedad, consumo de drogas o alcoholismo, entre otras cosas. La búsqueda de estímulo los puede llevar a situaciones peligrosas. Es por eso que la falta de diagnóstico y tratamiento puede reducir la esperanza de vida”. En efecto, según un estudio de Russell Barkley y Mariellen Fischer, la persistencia del TDAH hasta la edad adulta se relaciona con una reducción de 12,7 años en la esperanza de vida estimada.
Fue la ansiedad y la depresión lo que llevaron a que Alex Levisage iniciara terapia a sus 20 años. Allí confirmó lo que el médico de familia le había adelantado unos seis años antes: tenía TDAH y dislexia. “Yo crecí intentando evitar que se notara. Mi madre no quería aceptarlo y, después de que a ella le diagnosticaran esclerosis lateral amiotrófica (ELA), tampoco quería preocuparla”, explica Levisage y añade: “Eso me acabó generando mucha ansiedad con principios depresivos. También me diagnosticaron bipolaridad. Es raro tener solo TDAH, por lo general va unido a otros trastornos”.
Beatriz Mena Pujol corrobora que el TDAH trae aparejados otros trastornos en más de 80% de los casos. A diferencia del TDAH, que es neurobiológico, suele tratarse de otros “más relacionados a cómo el entorno ha interaccionando con ese niño”. Si es poco comprensivo, es común que un niño desarrolle un trastorno oposicionista o negativismo desafiante: no respetar las normas de su casa o escuela, por ejemplo. De no tratarse esto puede agravarse en un trastorno de conducta: saltarse las normas de la sociedad, consumo de sustancias ilegales o incluso actos delictivos. Es por ello que -insiste la experta- “es tan importante el diagnóstico precoz y acudir al consejo profesional ante cualquier sospecha. En función de cómo trabaje el entorno el TDAH evolucionará mejor o peor”.
“El TDAH se trabaja con la persona, porque no hay dos personas con TDAH iguales, pero también con los padres, la escuela, el trabajo, la pareja, que pueden ayudar a mejorarlo o empeorarlo”, dice Roya Kravetz. Para ella, la clave está en “concentrarse en sus fortalezas. En vez de pedirle a mi pareja con TDAH que se ocupe de hacer las compras, algo que probablemente olvidará, puedo pedirle que juegue con los niños”.
“Ayuda mucho tener una pareja empática, que entienda que si te pide que cambies la basura, te olvidarás. Hay que establecer una rutina juntos”, dice Mar Fernández García. En su casa, tienen una pizarra donde apuntan las tareas pendientes. “Mi novio y mis amigas son muy comprensivos. Si me están contando algo súper importante y de repente me desconcentro con una mosca que ha pasado, no lo toman a mal. Entienden que nuestros cerebros no funcionan igual”, explica Alex.
Para Beatriz Mena Pujol, “el TDAH necesita un enfoque multidisciplinar, donde todas las partes trabajen juntos con un objetivo común y respondiendo de forma muy particular a cada caso”. Desde Fundación Adana promueven un tratamiento que se apoya en “cuatro patas”: la intervención educativa, donde educadores y padres “deben funcionar como coterapeutas”; la parte psicológica, que refiere al trabajo del autoestima, el autocontrol y las funciones ejecutivas del cerebro; la psicopedagógica, relacionada con las dificultades académicas y, de ser necesario, el tratamiento farmacológico.
Antes de haber recibido su diagnóstico, Mar Fernández García estudió la carrera de Filología Inglesa y ya está en camino de acabar su segundo máster. “En vez de los cuatro años que dura la carrera, tardé seis. Todo me llevaba tres días más que al resto”. “Una vez que tuve el diagnóstico, pude entender que necesito otros tiempos y que no pasa nada, que ya lo terminaré porque tengo determinación de sobra”.
“Yo tengo mis trucos”, dice Alex Levisage y añade: “Si después de veinte minutos estudiando me desconcentro, busco una foto sobre lo que estoy leyendo. Lo visual me ayuda. También el ruido, porque me aplaca el ronroneo de esas vocecitas que tengo en la cabeza. Nunca podría estudiar en silencio como otras personas”. Después de un paso fugaz por cinco carreras universitarias distintas, Alex Levisage encontró la indicada. “Tengo la suerte de estudiar arquitectura porque es una carrera muy visual, práctica y gráfica. No tengo que concentrarme con un texto complejo y puedo pasarme horas dibujando”.
“La mayoría son personas muy inteligentes. Una vez que dominan ciertas habilidades, ya se vuelven automáticas. Se puede mejorar muchísimo”, asegura Roya Kravetz. “Tenemos que aprender que estas personas pueden tener aspectos muy relevantes para la sociedad. Superar la etapa escolar y universitaria les da estrategias, resiliencia y aprendizaje. Si han tenido un buen acompañamiento, pueden brillar enormemente”, concluye Beatriz Mena Pujol.
ARTÍCULO ORIGINAL:
https://www.lavanguardia.com/magazine/psicologia/20221015/8566958/tdah-tontos-vagos-como-tratar.html